De los 31 mil millones de kg de metales presentes en los residuos electrónicos, 12 mil millones de kg no son recuperados correctamente
El impacto ambiental de la basura tecnológica puede ser muy peligroso. Los dispositivos contienen materiales como plomo, mercurio y cadmio que pueden filtrarse en el suelo y las fuentes de agua. Su inadecuada gestión no sólo contamina el medioambiente, sino que acelera el agotamiento de recursos naturales.
Sólo 81 paises tienen regulaciones sobre e-waste. Estos terminan en vertederos o incinerados liberandotoxinas en el ambiente. Y lo más preocupante es que cada dispositivo podria ser reutilizado a reciclado. El dato es que 28 mil millones de dolares en metales recuperados regresaron a la economía circular en 2022. Y 23 mil millones fueron evitados en emisiones de gases de efecto invernadero.
Además, los centros de datos, esenciales para almacenar grandes volúmenes de información, consumen grandes cantidades de energía. Según la Agencia Internacional de Energía, los centros de datos representaron el 1% del consumo global de electricidad en 2020 y podría llegar al 3% en 2030 si no se mejora su eficiencia.
A nivel social, además, la basura digital y e-waste pueden tener un impacto negativo. En muchos casos, los residuos electrónicos se exportan hasta países en desarrollo, donde se gestionan de forma inadecuada y exponen la salud de las comunidades locales.
Por otro lado, desde el punto de vista de la economía, la basura digital genera una pérdida de recursos valiosos. Muchos dispositivos contienen metales preciosos que podrían volver al ciclo de vida por la economía circular, como oro y platino. Según el Global E-waster monitor 2024, la cantidad de residuos digitales mundiales se duplicó en los últimos 12 años. Y sólo el 22,3% se recicla correctamente.
Es por ello que a nivel europeo se ha implementado la Directiva de Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos (RAEE) que tiene el objetivo de aumentar la tasa de reciclaje de residuos electrónicos hasta un 85%. Asimismo, en España, se ha puesto en marcha un Sistema Integrado de Gestión (SIG) que mejora la recolección y reciclaje, pero aún queda mucho camino para alcanzar las metas del ODS 12: Producción y consumo responsable.
La basura digital o basura tecnológica (e-waste) incluye todos aquellos datos, archivos y dispositivos que no son útiles, pero siguen consumiendo recursos, tanto en términos digitales como físicos. Se estima que, en el año 2025, el volumen de datos digitales pueda alcanzar los 175 zettabytes (1000 terabytes), frente a los 33 de 2018.
Si concretamos sobre las empresas, este término incluiría los correos electrónicos no leídos o spam, documentos no utilizados, aplicaciones que ya no se utilizan o dispositivos electrónicos reemplazados, pero no reciclados y que pueden ser peligrosos para el medioambiente. Según el Informe Databerg 2015, el 31% de los datos empresariales almacenados no tienen ninguna utilidad. Algo que no sólo aumenta el consumo de energía, sino incrementa la huella de carbono digital.
En España, por ejemplo, se estima que cada año se generan más de 888 mil toneladas de residuos electrónicos, posicionando a nuestro país como uno de los principales generadores de e-waste en Europa. En Europa, aunque algunos países han sido proactivos en la gestión de residuos electrónicos, el ritmo de generación de basura digital sigue superando los esfuerzos del reciclaje.